MI FAMILIA Y LA FARMACIA BARÓ, 1960

09 de enero de 1960 Papá, mamá, mis hermanas Claudia y Silvia y yo en la Farmacia Baró de Merlo, la última apuesta comercial de mi papá

Era la avenida Rivadavia, la segunda Rivadavia. En esa farmacia atendí, hice de cadete, repartí remedios por el barrio en una bicleta de carga, con la rueda delantera chiquita.

Con el cadete de verdad, Carlitos, le robábamos pastillas de ecualiptus de un frasco de vidrio con forma de barril, o palitos de oruzú, que se usaban para dejar de fumar.

Mi papá pasaba los turnos durmiendo y fumando en el altillo, que una vez se incendió.

Por la calle lateral , de tierra, había una entrada de servicio con una puerta metálica pintada de gris, por la que entraron ladrones que mi papá espantó con una pistolita calibre 22.

En el mostrador papá pegó con Poxipol, que se acababa de inventar, una moneda para que los clientes intentaran subrepticiamente robársela.

Frente a la farmacia pasaba el tren, el ferrocarril Sarmiento. Poníamos piedritas para que las pulverizaran las locomotoras, monedas para que las aplastasen, o chapitas de cerveza con clorato de potasio y azúcar o azufre, para que explotaran.

La biblioteca Thompson que tengo era de la viuda de Kiserud, una señora que vivia en la misma manzana.

Cerca de la farmacia había campos , quintas, donde a veces compraba verduras o frutas.

Cuando los azules y colorados se pelearon a tiros, mataron a arios pasajeros inocentes en un tren parado frente a la farmacia.

Todo esto y mucho mas pasó fuera y dentro de esa farmacia.